(…) La ética necesita un lugar otro para echar raíces y florecer. Y ese
lugar es abajo y a la izquierda, allí donde ha ido naciendo otra manera de
hacer política, donde la palabra está anudada a la vida y la vida son hechos
contundentes, ni grandes ni pequeños, sino los hechos de todos los días de los
de abajo. Esa política otra, la que nace en el subsuelo para quedarse allí, la
política que no busca escaleras para llegar arriba sino puentes y barcas para
llegar a otros abajos, y entre todos los abajos construir un mundo diferente.
Esa política es ética, y sólo ella puede serlo.
La barca de la
política de arriba, que es la misma política de los que quieren llegar arriba,
tiene junto a su timón una enorme brújula que siempre apunta a un norte que se
llama pragmatismo o realismo. Que es el arte de jugar con los elementos que
existen, con la “correlación de fuerzas” (el latiguillo más gastado de las
izquierdas de arriba), con la realidad real. El pragmático y realista mide con
la mayor exactitud la coyuntura, la destripa para sacarle todo el jugo posible,
para jugar con ella el juego de acomodar las piezas de ajedrez en el tablero
del mejor modo posible para sus intereses. (Véase que el político de arriba no
diferencia entre política y economía, y usa los mismos conceptos en ambas
esferas).
El político pragmático y realista,
cuando los pueblos se levantan, cuando ponen el cuerpo a las balas y a los
cañones del tirano, no se inmuta por la sangre derramada. Se limita a calcular
a quiénes puede beneficiar y a quiénes perjudicar la caída del tirano y el
triunfo de los insurrectos. Saca sus cuentas, con el mismo fervor y la misma
repugnante indiferencia con que hace cálculos electorales.
Renuncia, por lo tanto, a crear un
mundo nuevo. Que no puede ser el simple acomodo de las piezas existentes sino
otra cosa, otro juego. Administrar las cosas que existen, jugar con las piezas
del sistema, implica aceptar las reglas del sistema y esas reglas se llaman, en
segundo lugar, elecciones.
En primero, someterse a la violencia
de arriba, eso que llaman monopolio-de-la-violencia-legítima. (Los zapatistas
la sufren a diario, es violencia a secas, y no vale la pena extenderse ahora).
La política otra, la
política ética, rechaza las piezas y las reglas del juego que nos quiere hacer
jugar la política de arriba.
La política otra, ¿con
qué piezas arma el juego del mundo nuevo?
En
la política otra, la política abajo y a la izquierda, no hay piezas ni juego,
salvo que a poner el cuerpo se llame juego (…)
Raúl Zibechi Montevideo, marzo 2011. Para: Subcomandante Insurgente Marcos-Ejército Zapatista de
Liberación Nacional.