
Mientras, los efectos de nuestras creencias se manifiestan en nuestras relaciones y salud; en definitiva, estamos hablando de lo que hemos visto históricamente como una antigua batalla -la lucha entre las fuerzas de la luz y la oscuridad- manifestándose en nuestros cuerpos y en el mundo
. Durante milenios, hemos sido condicionados a polarizar estas fuerzas en nuestras vidas - para elegir una y destruir la otra.
Como en cualquier conflicto, tenemos que preguntarnos: Si estamos utilizando la estrategia correcta, entonces ¿por qué alguien no reclamó la victoria? ¿Qué pasa si el secreto de esta batalla se trata no tanto de ganar y más sobre cómo cambiamos el núcleo de creencias que las sostienen?
¿Dónde termina la luz y comienza la oscuridad?. En el instante en que comenzamos a hacer esa distinción, hemos caído en la vieja trampa que nos mantiene encerrados en las muy polarizantes creencias de las cuales estamos tratando de escapar!
He aquí por qué: Es el juicio sobre el bien y el mal - que uno es mejor o más digno de su existencia que el otro - eso asegura que vamos a permanecer en la misma condición que queremos cambiar. No estoy sugiriendo que acordemos con lo que la oscuridad puede traer a nuestras vidas. Hay una gran diferencia, sin embargo, entre juzgar estas fuerzas y discernir que existen y lo que ellas representan. Y es en esta sutil aunque significativa distinción que encontramos el secreto que nos permite sobreponernos a la polaridad y curar los conflictos entre oscuridad y luz.
¿Tiene sentido seguir participando en una batalla entre la luz y la oscuridad viendo a una como amiga y la otra como enemiga? O ¿tiene más sentido reconocer que ambas son necesarias, y de hecho son requeridas por nuestro mundo tridimensional de electrones y protones, día y noche, hombres y mujeres, vida y muerte?
Traducción C.F.