2 de agosto de 2009

TECNOLOGÍA

Cuando Tsi Gung andaba por la región al norte del río Han, encontró a un
viejo atareado en su huerto. Había excavado unos hoyos para recoger el agua
del riego. Iba a la fuente y volvía cargado con un cubo de agua, que vertía en el
hoyo. Así, cansándose mucho, sacaba escaso provecho de su labor.
Tsi Gung habló: Hay un artefacto con el que se pueden regar cien hoyos en
un día. Con poca fatiga se hace mucho. ¿Por qué no lo empleas?
Levantóse el
hortelano, le vio y dijo: ¿Cómo es ese artefacto?
Tsi Gung habló: Se hace con un palo una palanca, con un contrapeso a un
extremo. Con ella se puede sacar agua del pozo con toda facilidad.
Se le llama
cigoñal.
El viejo, mientras su rostro se llenaba de cólera, dijo con una risotada:
He
oído decir a mi maestro que cuando uno usa una máquina,
hace todo su trabajo
maquinalmente,
y al fin su corazón se convierte en máquina.
Y quien tiene en el
pecho una máquina por corazón,
pierde la pureza de su simplicidad.
Quien ha
perdido la pureza de su simplicidad está aquejado de incertidumbre
en el mando
de sus actos.
La incertidumbre en el mando de los actos no es compatible con la

verdadera cordura. No es que yo no conozca las cosas de que tú hablas,
pero me
daría vergüenza usarlas.

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