“La
indignación es lo único que nos queda”, según el filósofo colombiano Freddy
Álvarez. Después de cinco siglos de hipocresía organizada para facilitar el
acceso a mercados cautivos, materia prima abundante, mano de obra barata,
mentes obedientes y cuerpos disciplinados, desde el colonialismo imperial hasta
el actual imperialismo sin colonias, sólo la indignación puede crear energía
colectiva para el cambio social. La historia es una fuente de indignación
colectiva; nos ayuda a entender el por
qué, el quiénes y el cómo del presente que queremos cambiar.
Pero
estar indignado no es estar molesto. Se molestan los que están incómodos por
ser sacados de una normalidad que les beneficiaba. Estar indignado es estar en
desacuerdo con la crueldad de la economía, la violencia de la globalización,
las injusticias de la desigualdad, la arbitrariedad de las invasiones, el
absurdo de las guerras, la farsa de la democracia representativa, la violencia
de la exclusión, la privatización de lo público y la mercantilización de la
vida. El indignado no se molesta con la ruptura de su tranquilidad: él
reacciona a la normalidad que domestica nuestra voluntad de cambiar el mundo..."
extraido de “Desarrollo”,
indignación y cambio social[1]
José
de Souza Silva[2]
josedesouzasilva@gmail.com
[1] Artículo invitado para publicación en la Revista ACCIÓN, de la
Compañía de Jesús, en Paraguay, antes de las elecciones para Presidente en
aquel país el 20 de Abril de 2008.
[2] Gerente de la Red Nuevo Paradigma para la innovación
institucional en América Latina, y en la Empresa Brasileña de Investigación
Agropecuaria (EMBRAPA) investiga las relaciones
Ciencia-Tecnología-Sociedad-Innovación (CTSI).
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