20 de febrero de 2010

BIPOLARIDAD-ZEN

El Trastorno bipolar es una enfermedad mental que presenta unos síntomas claramente definidos y la necesidad de seguir un cumplimiento terapéutico para poder afrontarla con éxito.  La bipolaridad se clasifica dentro de los denominados trastornos afectivos (del estado de ánimo) y se caracteriza por combinar episodios de depresión con otros de exaltación afectiva y psicomotriz.

Aunque el tratamiento más generalizado de esta enfermedad es fundamentalmente el farmacológico, creo que la práctica de la meditación Zen puede proporcionarle a los profesionales de la salud mental una herramienta complementaria en el trabajo de sanación del paciente bipolar, por lo que podemos establecer unos claros paralelismos entre el tratamiento clínico y el que propiamente aplicamos en la meditación Zen.

Parafraseando textualmente a Zaretsky y Segel (1995):“hasta la fecha no se ha demostrado que la psicoterapia aporte un valor añadido a la medicación”, sin embargo, quiero romper una lanza en favor del tratamiento de la bipolaridad mediante el aprendizaje consciente y el desarrollo sistemático de la atención.  Es sabido por todos nosotros que una actitud y mentalidad positivas pueden marcar la diferencia en el proceso clínico y lograr una recuperación total y completa en el paciente.

Puesto que la enfermedad se presenta como un proceso longitudinal y no es una mera crisis puntual (sabemos que este proceso es largo y hablamos de entre cuatro y seis semanas como mínimo para reestablecerse por completo), podemos combinar el tratamiento médico convencional con la práctica de la meditación Zen a fin de que el propio paciente (con el apoyo fundamental de su orientador) pueda:

1º) recibir mayor información de su estado interno y externo
2º) identificar y comprender cuáles son los síntomas que producen su trastorno
3º) y manejar mejor su comportamiento

Por todo ello, el Budismo Zen puede ser entendido como una vía de conocimiento que le proporciona al practicante (al paciente participativo) una terapéutica existencial como a todo ser humano.  Para poder llegar a la sanación integral de lo que somos, objetivo primordial que comparten la Ciencia, la Medicina y el Budismo, el hombre usa desde su descubrimiento una poderosa herramienta de diagnóstico y posterior restablecimiento que no es otra que el cultivo de la atención.  Así pues, la Meditación Zen se presenta como una didáctica de la conciencia. Con un conocimiento profundo de uno mismo se puede abrir y cerrar la llave que da paso a lo que hay al borde del abismo.  Como le dijo en cierta ocasión un viejo maestro zen a su discípulo:

Ahora que has llegado ante un abismo de 10.000 pies.
¡Da un paso adelante!

La pregunta es, ¿desde dónde lo estamos haciendo?  ¿Cómo lo estamos haciendo los educadores de la salud mental e integral de los seres humanos?

El Budismo parte de la base de que todos estamos enfermos, dado que percibimos la realidad de manera equivocada o imprecisa por una falta de atención.  Desde nuestra óptica, un “trastorno” es un desequilibrio y en este caso concreto que ahora nos ocupa, “bipolar” significa que oscilamos entre dos polos o dos facetas de una misma realidad.  ¿Por qué?  Porque la bipolaridad es un producto de una mente fragmentada y dualista con la que todos, en mayor o menor medida, operamos en la vida cotidiana.  Vivimos presos de una mente insana que discrimina entre esto o lo otro, entre el “me gusta” (y tiendo hacia ello) o “no me gusta” (y lo rechazo, incluso, visceralmente).  En este sentido, todos estamos enfermos y no sólo los que padecen el llamado “trastorno bipolar” aunque es cierto que estos individuos presentan unas manifestaciones extremas de los dos estados de ánimo principales, el depresivo y el maníaco.

Origen y causas

Tal y como estamos viendo, el trastorno bipolar consiste en una alteración de los mecanismos biológicos que regulan el estado de ánimo.  El funcionamiento de estos mecanismos depende de varios factores, a saber:  neurobiológicos, psicosociales (como acontecimientos vitales estresantes y de personalidad previa) y también por los ambientales.

Se han realizado muchas investigaciones relacionadas al trastorno bipolar (véase Zornberg y Pope, 1993) y aunque no existe una causa totalmente definida para que surja, se ha determinado que el trastorno bipolar es de origen orgánico ya que se produce por alteraciones en las áreas del cerebro que regulan el estado de ánimo, ocasionadas éstas por el mal aprovechamiento de los denominados “neurotransmisores cerebrales” tales como la serotonina, noradrenalina y la dopamina.  Estas sustancias puede ser, por tanto, unas de las causas de la condición bipolar cuando no se distribuye adecuadamente a través de los nervios cerebrales.

Sin embargo, como decía anteriormente, también se han identificado otros posibles factores que se unen.  Uno de ellos es la predisposición genética o herencia, cuando en la familia hay antecedentes de parientes cercanosque han padecido la enfermedad.  Se calcula que actualmente puede desarrollarse un trastorno bipolar en descendientes directos de un 25% hasta un 75%.  Finalmente, cabe decir aquí que otro factor con el que ha asociado la bipolaridad es con un carácter emocional desequilibrado en la persona.

Dicho esto, con la misma rigurosidad empírica para hallar las raíces de nuestras dolencias, el Budismo Zen se presenta como una terapéutica global del ser humano que trata de integrar todo tipo de anomalías en la realidadque nos comporta.  Así, es en el desorden o trastorno mental donde se producen todas nuestras dolencias pues la percepción que tenemos de nosotros mismos y de la realidad que nos rodea está equivocada.  Todo lo pasamos por el filtro de una subjetividad mal enfocada. Vivimos y nos vivimos desde un estado mental de oscurantismo, caminamos faltos de nitidez y sin claridad en la visión (mumyô en japonés).  Por eso, decimos que la meditación Zen no es otra cosa que una excelente herramienta para aprender a reeducar la mirada.

Según Klein, el principal mecanismo de defensa utilizado por el paciente maníaco es la negación ya que se gesta ante él la necesidad de una autodefensa por el sentimiento que tiene de un “Yo débil”.  El mecanismo de la negación comporta grandes dificultades con estos pacientes para adquirir una adecuada conciencia de la enfermedad.

Sin embargo, en la fase depresiva puede haber una falsa conciencia del trastorno pues aunque el paciente admite estar enfermo no lo atribuye a su trastorno mental sino a causas externas a su persona.

Llegados a este punto, debemos admitir que sólo una vez que nos reconocemos como enfermos, podemos comenzar el camino hacia la total sanación de lo que
somos y esto es muy importante hacérselo ver al practicante y paciente participativo.  Me gustaría relatarles una vieja historia que guarda relación con esto:

“Esta es la historia de dos acróbatas: un hombre y una niña. Viajaban incansablemente por los pueblos de India exhibiendo sus habilidades acrobáticas. El hombre sostenía sobre sus hombros una larguísimapértiga y la niña, hábilmente, trepaba al extremo superior de la misma.

Cierto día, el hombre le dijo a la niña:

- Amiguita, para evitar que vaya a ocurrirnos algún accidente, lo más oportuno será que yo me ocupe de lo que tu estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo mientras efectuamos el número.

Pero la niña replicó:
- No, para nada, eso no es ni mucho menos lo acertado.  Mientras efectuemos la actuación, yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti.  De esta manera, estando cada cual muy atento a sí mismo, evitaremos tener un accidente.”

La dualidad

Generalmente todos nos movemos por el espacio-tiempo conocido entre dos extremos, la hiperexcitación y la somnolencia. Es en este sentido que digo que todos somos bipolares. En la fase maníaca nos vivimos acelerados y bajo los comportamientos automáticos y ritualizados de la vida cotidiana, mientras que en la fase depresiva, sencillamente, nos dormimos, desconectamos de aquello que no nos agrada o satisface. Es un recurso típico que usa nuestro ego insano para evadirse; popularmente decimos que “el que se duerme es porque algo no quiere ver”.

Es curioso porque éstas son las dos de las fases por las que pasa todo practicante de meditación Zen hasta que logra estabilizar la potencialidad de su mente.  En japonés, estos términos reciben los nombres de KONTIN y SANRAN.  Me gustaría explicarlos someramente por si sirven de apoyo al trabajo terapéutico y clínico con los pacientes bipolares ya que, por ejemplo, si atendemos a la postura propia de la meditación Zen, observaremos que se enseña idéntica para todos pero es muy curioso ver cómo una misma posición corporal se manifiesta de distintas maneras en cada practicante.  De hecho, la postura física del meditante refleja una postura existencial ante la vida.  Veamos las dos fases:

a) por un lado está el estado de somnolencia (KONTIN), un estado que se caracteriza porque la postura del practicante pierde fuelle, tono muscular; la espalda no se mantiene derecha y el peso del cuerpo cae sobre los riñones impidiendo así una respiración amplia y fluida.  El practicante puede sentirse en un estado de abulia, apatía y depresión pues presenta un tono hipotenso y con falta de reacción.  Al igual que observamos en la fase depresiva del paciente bipolar, hallamos una clara correlación en síntomas como la hipersomnia,hiperfatiga y la reactividad del humor que lo pueden llevar al tono melancólico. De hecho, el rasgo clínico que lo distingue es la culpabilidad que surge  desde un odio que apunta al propio ser.

El pensamiento del paciente vaga sin concentración de un lado al otro del
espejo.  La salida de esto pasa por revisar de nuevo los puntos básicos
de la postura (mentón recogido, espalda mantenida, pulgares tocándose
levemente y en una perfecta horizontal como la línea que presenta el
horizonte).  Esto, junto con un renovado contacto con la respiración, le
permite al practicante tomar una conciencia serena de lo que acontece
ante su mirada ahora estabilizada.

b) Por otra parte, suelo encontrar en las salas de meditación a practicantes con un excesivo tono o hipertensos (SANRAN).  Al contrario de los anteriores, la postura del practicante se va hacia adelante perdiendo la verticalidad del cuerpo, como si quisiera comerse la vida. Suele ser un comportamiento contrafóbico que refleja una postura  vital encorsetada en una tensión muscular excesiva.  El estado mental es de euforia expansiva, de fuga de ideas; el pensamiento aparece como si no estuviera organizado y se pasa de una nube a otra como un mono salta de rama en rama en una espesa selva.

La dispersión está garantizada mientras que si es capaz de tomar una perspectiva prudencial de lo que sucede, aparecen naturalmente abiertas
las puertas de la observación de donde decimos, brotan la comprensión y
la lucidez.  Empezamos a ver las cosas tal y como son, no como a uno le
gustaría que fueran.  Surja lo que surja en el campo de conciencia, generamos un estado mental de objetividad y ecuanimidad emocional.  La aceptación adquiere una enorme importancia en estos momentos.

La práctica de Zen nos permite reequilibrar estos dos puntos.  La luz dispersa o adormecida en exceso de nuestra conciencia se vuelve naturalmente luz serena pues presenta ya la máxima estabilidad y la máxima lucidez.

Tratamiento sanador: Meditación, Medicina y Psicoterapia

Por ello, en el Budismo Zen decimos que nadie puede sentarse y sentirse por nosotros, nadie puede reconocerse salvo uno mismo.  Este Camino de Conocimientos es una vía milenaria que se remonta históricamente a un ser humano llamado Shakyamuni o Shidharta Gautama.  Fue él quien encontró un axioma de aplicación universal (que la vida es sufrimiento) y halló y compartió luego las herramientas de acceso para la liberación del mismo.  Enseñó en un lenguaje lógico y comprensible que al reconocernos como seres sufrientes, ya estamos poniendo la base para la recuperación integral de lo que también en esencia somos.  Como dice un viejo proverbio taoísta, un camino de mil pies comienza por su solo paso.
“ La respuesta la tiene cada cual y estas palabras de un maestro zen son una simple invitación para trabajar junto a los médicos, los psicoterapeutas u otras personas afines en este trabajo sanador.  A través de la meditación y de las directrices de un maestro (esto es, una persona que también sigue su propio recorrido pero que ya ha pasado por los distintos paisajes y repechos en la escalada de la conciencia) uno va aprendiendo a mirar en una dirección adecuada (visión correcta), a indagar profundamente y con un esfuerzo correcto, reconociendo cuáles son los males que le aquejan y aceptando e integrando todo aquello que no se quiere ver.

Desde esta predisposición natural hacia el auto descubrimiento, surge naturalmente la apertura a otros niveles de conciencia, los cuales nos invitan a trascender la mirada compartimentada donde nos hallábamos antes para ver la Realidad (con mayúsculas) desde otras miras.  Aprendemos, en definitiva, a acceder a “los elementos estructurales y primordiales de la psique humana” en palabras de Carl Jung, a reconocer la existencia de los niveles superiores de conciencia desde donde nos vivimos en todo lo que somos (luces y sombras) en un perfecto equilibrio de atención y observación mantenida que nos permiten una recuperación total y completa.

Grados de absorción

Entre las facultades de la atención está la de ordenar nuestras experiencias, algo totalmente útil para los pacientes en fase bipolar que se presten a usarla como herramienta de su proceso sanador.  La atención nos permite clasificar correctamente nuestras experiencias, ya sean internas o externas.  Por ejemplo, estables en la postura y conectados con la respiración, vamos diciendo mentalmente: “esto es esto, esto forma parte de mí, pero no soy sólo esto, por lo que tomo una perspectiva prudencial de ello y me abro de nuevo en el ahora a la experiencia.”   Esta entrega y apertura van colocando las experiencias en su justo lugar, más allá del me gusta o no me gustan, del deseo o del rechazo, consiguiendo así, poco a poco, equilibrar el estado de bipolaridad.

Una vez que hemos conseguido denominar y nombrar las pulsiones y hemos ralentizado nuestra actividad mental, accedemos con conocimiento a los denominados “estados superiores de conciencia” (Abraham Maslow).

Más allá de las razas, credos, contextos políticos, sociales o religiosos, todo ser humano tiene la capacidad de acceder a un estado de absorción de la conciencia. Somos portadores de la luz del auto-conocimiento y podemos aprender a subir y bajar, libre y sabiamente, por los distintos niveles que conforman nuestra mente.

En este sentido, la bipolaridad trae consigo una especial sensibilidad y apertura al paciente activo (al practicante meditador). Se tiene un espectro afectivo mucho más amplio y hay una marcada receptividad de los llamados arquetipos (reinos psíquico y sutil en la terminología usada por Ken Wilber).

La hiperia es una facultad natural que poseen las neuronas de determinadas áreas cerebrales que nos permiten funciones hipersincrónicas, esto es, para vibrar y encenderse al unísono.  La hiperia nos llevará, pues, al contacto con los mencionados arquetipos.  Se entra en un mundo donde parece que todo es posible al mismo tiempo, donde las leyes materiales parece que han perdido validez; se abre el “molde” y accedemos a los grandes contenidos.  En el Zen se han cartografiado con exactitud estos paisajes de la mente superior y se habla de los grados de Dhyâna y Samâpatti, momentos psicológicos de reabsorción conciente en la práctica del meditante y que ahora no voy a desarrollar.

De esta forma, en el desarrollo conciente de la Meditación Zen el paciente puede ver, aceptar, integrar la experiencia y trascenderla. Desde muy antiguo sabemos que la energía puesta al servicio de la atención deriva en capacidad de conciencia, de darse cuenta.  Es la práctica continuada de la meditación la que genera un estado hipnótico, crea un ritmo regular de conciencia despierta en el meditante y van apareciendo, naturalmente, las distintas absorciones.

Todas las tradiciones espirituales y religiosas de la humanidad han usado técnicas muy concretas para elevar las concentraciones de dopamina cerebrales.  Existen místicos, maestros o chamanes de todas las épocas que saben entrar y salir del “otro lado del espejo” sin problemas.  Podemos guiar a los pacientes hacia estos paisajes de la mente.  Las religiones auténticas han elaborado toda una rica tecnología que nos permite desviar la atención de donde la tenemos identificada, fijada y nos ayudan a llevarla a otros espacios enriquecidos del amplio espectro de la conciencia.  Este servicio también está disponible para el tratamiento del trastorno bipolar.

En el Zen decimos que vamos directamente a la raíz y no nos perdemos en las ramas del follaje.

La plaza del mercado

Para finalizar, advirtamos que el trastorno bipolar se caracteriza por ser recidivante, por lo que es aconsejable un seguimiento de mantenimiento que incluya avisar al paciente de un posible nuevo episodio en el futuro.  De manera similar se les recuerda permanentemente a los practicantes que la “certificación no tiene fin”, que el secreto del despertar conciente, del vivir presentes en el darse cuenta, pasa por una práctica perseverante, diligente y continuada.  Es este renovado cultivo y desarrollo de la atención lo que va dando sus frutos, pues como expresó en cierta ocasión mi propio maestro: “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”.

Una vez concluida la aspiración del paciente, que ha participado activamente en el proceso de su auto- sanación, al igual que hiciera el protagonista del Mito de la Caverna de Platón, debe volver sobre sus propios pasos para orientar a otros e invitarles a salir de
las marañas de la ignorancia pues sabe (ha aprendido a través de la reeducación de su mirada) que “el mundo que ve nada tiene que ver con la realidad, es su propia obra y no existe” tal .

Éste es el hecho real del que parte el trabajo en el Budismo, el reconocimiento de la ley del perceptor según la cual la realidad siempre depende del punto de vista del observante. Podemos reeducar la mirada del bipolar que todos somos.  ¿Cómo? Desarrollando el cultivo sistemático y gradual de la atención al que nos invita la meditación Zen.

Ahora bien, está en cada cual sentirse con la libre voluntad de iniciar el proceso hacia la sanación, o bien seguir estancado en el mundo de las sombras.  Como todo en esta vida, es una cuestión de elección y yo simplemente ejerzo de dedo señalador hacia la existencia de una clara luna, la de nuestra capacidad de usar y desarrollar la auto-conciencia.

Para iluminar con certitud este Camino de la Vida sólo nos queda una opción, esto es, dar un salto adelante en este abismo de las ilusiones en las que permanentemente vivimos inmersos.  De hecho, podemos hacerlo y lo estamos haciendo.

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